CRÓNICA

Final de Feria

Texto y fotos: Manuel Durán Blázquez


Y la plaza estaba ahí...

Vuelvo tarde a casa, después de la celebración del XXV aniversario de otra Peña Taurina de San Sebastián de los Reyes, para cerrar el ciclo de San Isidro de este año 2009 en que desde este escaparate de Larga Cambiada he podido compartir algunas tardes, pocas, con quienes nos habéis leído y seguido. Ha sido nueve festejos los que he presenciado en directo desde distintos tendidos de Las Ventas, aunque de todos he visto sus imágenes, gracias a las instantáneas de Paloma, de Juan Miguel y de firmas colaboradoras como Juan Pelegrín o Domingo Álvarez de la firma Botán. Y de esos nueve festejos, apenas recuerdo cosas. Lo expuse en su momento en esos días y hoy, uno más, el último, con sensaciones un tanto contradictorias. Ya ha escrito toda la crónica y lo reseñable JMSV y lo comparto. Matizaría, pero para qué. ¿Qué quizás pudieron hacer algo más los toreros con los vitorinos. Había peligro, ya lo creo, y ya iba bien la feria de heridos, ¿verdad doctor García Padrós? ¡Para qué arriesgar más! Para colmo, no fueron los toros los que propiciaron un percance grave una vez más, sino el estado del suelo. Por dos veces resbaló en la cara del enemigo de turno, tercero y sexto, Iván Fandiño y se libró por el milagro del criado de Iván de de Vargas, que da nombre a esta feria taurina madrileña.
Describir lo que han sido mis nueve tardes, ya sé que demasiado pocas -este año no podía ser de otra forma-, pasa por las idas y venidas distintas de otros años al coso de Las Ventas. Transporte público, dependencia de los demás. Problemas con porteros y abogados de causas perdidas. Carreras, poco tiempo, vueltas apresuradas, reflexiones sobre lo que se han jugado todos los toreros este año y sobre lo que es el toreo. La trágica verdad en la que reside. Por un lado esa imagen de Israel Lancho colgado de un pitón y por otro las mecidas verónicas inolvidables de Morante de la Pueblas. Tan especiales, que los olés de hoy al mismo lance ejecutado por Manuel Jesús el Cid, y que oía en esta plaza, me hacían dudar de que aquello fue así y no era así lo de hoy.
Pasa tan rápida la vida que nos olvidamos de sensaciones apenas vividas y necesitamos otras nuevas, para renovar aquéllas.
Mañana tendremos a rejoneadores portugueses y españoles fuera de abono y la plaza parecerá otra, pero nosotros nos fijaremos en la cantidad de tendido sin ocupar que se verá. Y entonces nos preguntaremos que lo que de verdad tiene importancia en la vida es pasar un rato junto a un ser querido diciéndole lo bueno y bello que es, pidiéndole un beso y viendo su alegría en los ojos. Eso es lo que veía hoy, según me acercaba a la plaza, por la Avenida de los Toreros, cuando familiares o cuidadores de ancianos impedidos o personas enfermas paseaban por las aceras en su silla de ruedas, ajenos a que nosotros fuéramos a ver qué hacían los toros que cría un tal Vitorino Martín y que tienen fama, muy lograda, de ser uno de los mejores ganadores de reses de lidia de España y del mundo. Después, al finalizar el festejo, ante esa avalancha de la salida por la posible tormenta que se dibujaba en el suelo con manchas ampliadas a modo de estrellas... nos giramos y vimos que la plaza estaba ahí, iluminada y esperando el siguiente lleno. Eso fue este San Isidro, huida y llegada, con mucha sangre de toreros derramada, a modo de simiente de la siguiente etapa taurina del programa de turno. Ustedes nos tendrán aquí, más o menos al pie del cañón, cada tarde que haya festejos en Las Ventas o en cualquier acontecimiento al que nosotros asistamos.


Escuchando los clarines a las siete en punto

Diego Urdiales con el primer vitorino


A que El Cid sabe torear mejor...


Así buscaba Bosilero, el tercero de la tarde


Iván Fandiño, con el vitorino galopando


El susto de Fandiño


Veronés, el quinto de vitorino


Pobrecillo, 598 kilos de vitorino


Rafael Agudo desmontado por Pobrecillo

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