Ese trozo de piedra de la plaza de toros de Las Ventas

JMSVigil
Esta vida nos marca a fuego, nos delimita los caminos, y a veces no concede oportunidades. Yo siempre las he tenido, y una de ellas ha sido -es- plasmar la Tauromaquia a través de un objetivo. Mis ojos duermen por un tiempo, descansan y sufren al mismo tiempo, en una tristeza que se acentúa cuando recuerdo los mil colores de la Tauromaquia.
Jamás pensé que echaría tanto de menos un trozo de piedra, esa losa de granito en el tendido 4, en el lado derecho de la meseta de la enfermería de la plaza de toros de Las Ventas. Es la primera vez en muchos años, tal vez demasiados, que no hago el reportaje de la Feria de San Isidro, y siento algo raro muy dentro. Nunca pensé que la voz de los amigos y compañeros fuera tan importante para mi (ahora al otro lado del teléfono), y tampoco imaginé que algunas personas dejaran mensajes que me han tocado la fibra y que han moldeado mi forma de ser hasta el punto de entender los comportamientos más oscuros.
Veo ese trozo de piedra de Las Ventas como un castillo del que partí para encerrarme en un convento, protegido por un cruzado, esa maravillosa persona que tuve la suerte de encontrar hace mil años (Manolo Durán), y por lanceros bengalíes que me animan a salir de mi retiro (José María, Muriel, Paloma, Julián, Alfredo, Sergio, César, Óscar, Pedro…) y otros muchos nombres propios que tengo siempre en la cabeza.
Hace unos años estuve en una playa del norte y cogí una piedra blanca de entre la arena. La tengo ahora en la mano; es suave, delicada, y tiene forma ovalada. Cuando la acaricio, siento el granito de la meseta de la enfermería y me veo de aquí para allá buscando una imagen diferente en el patio de cuadrillas, ese detalle que defina la Fiesta de los Toros y que transmita la esencia de la Tauromaquia, si bien hace ya tiempo que asumí que nunca lo conseguiré.
Cuando mis ojos puedan captar de nuevo el brillo de La Ventas en una tarde toros, lo primero será volver a ese trozo de granito y rozarlo con las yemas de los dedos, porque ahora, mientras espero, me da la vida.

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