Cuarta de Feria (12 de mayo)

Una tarde de domingo
A don Fernando Robleño

Toros de José Escolar

Rafael Rubio “Rafaelillo”: silencio y silencio
Fernando Robleño: saludo tras aviso y silencio
Alberto Aguilar: saludo y silencio

Texto y fotos: JMSV

Era esta una tarde de domingo. Se fue ya, se apagó justo cuando los toreros abandonaron la plaza aclamados por los incondicionales. Unos quince minutos faltaban para las 7 cuando entró en el túnel Fernando Robleño, con el corazón roto por la muerte del abuelo. Se le acercaron los demás toreros para darle el pésame y se quedó en un lado, pegado a los ladrillo, seguro que pensando en el hombre que le había mecido en sus rodillas y le había enseñado que la vida era a veces un camino sembrado de clavos. Por eso cuando he captado el gesto en el que brindaba al cielo y luego se santiguaba he sentido que hacía la foto de la tarde, esas que ustedes ahora están viendo.

Los toros de Escolar y la clase de los matadores prometían más, pero esto es así. Y así son también los públicos, como la vida misma. Se aplaude y se silba a la vez en el arrastre; se increpa y se ovaciona a la vez al salir al tercio; se critica y a la vez se justifican acciones. Esto de los toros, ya digo, es como la vida misma.

Otra cuestión es la de pretender que los toreros no se comporten como personas; es decir, que no reaccionen ante la fiera. Era difícil ponerse delante esta tarde, y ahí han estado los tres, con más o menos acierto, pero aguantado las embestidas, las miradas y los arreones. Robleño en el segundo, Rafaelillo en el cuarto y Aguilar en el sexto han hecho que el respetable dejase de murmurar para sobresaltarse. Se desmonteró José Mora en el cuarto y el sexto toro fue aplaudido de salida. Y la cuarta de feria pasó a los archivos.