La memoria vs el recuerdo


Al llevar implícita la cultura taurina una carga emocional de gran calado y estar rodeada de una liturgia muy peculiar, todo lo que dimana del mundo de la tauromaquia posee un gran compromiso de conceptos visuales que la hacen única. La estética taurina está llena de plasticidad ya que todo aquello que por sí mismo posee un concepto artístico es fácil que impregne al resto de las bellas
artes y de ahí que se abra un impresionante abanico de posibilidades que permite mantener vivo el recuerdo.
Los aficionados son dados en la actualidad, debido a la proliferación de teléfonos móviles que llevan incorporados una cámara fotográfica, a inmortalizar momentos adyacentes a lo que se da en un día de toros y podemos asegurar que son infinitos. No obstante, a eso le unimos los carteles, folletos de mano, entradas... todo un tesoro visual que aviva el recuerdo y completa en ocasiones una colección irrepetible.
Una tarde de toros está llena de miradas y ya sea la actuación del torero, el comportamiento del toro o cualquier hecho que ocurra durante la lidia (Picadores, Banderilleros, Mulilleros, Alguacilillos, Banda de Música, etc.) constituyen un referente que de ser captado formará parte del recuerdo. A ello hay que añadir la notable memoria que poseen los aficionados para conciliar cualquier momento que dejó mella en su vida.
Por lo general cómo en la mayoría de los espectáculos existe un público entendido y otro ocasional y concretamente en los festejos de provincia son espectadores que observan la corrida de toros como un acto más de las fiestas patronales por lo que cada uno tratará de encontrar los elementos adecuados a sus exigencias para configurar su recuerdo. Actualmente todo se comparte entre las amistades y a través de las redes sociales que ya forman parte de lo cotidiano. Posiblemente la odisea de nuestro tiempo es el exceso de documentación y desgraciadamente una imagen solapa la anterior y al final todo desaparece por ser imposible mantener el registro.


Los recuerdos de los aficionados se nutren de momentos memorables que se cristalizan sobre elementos externos que fraguan esos recuerdos, cómo pueda ser la entrada al partido, un recorte de prensa y actualmente gracias a la proliferación de la fotografía que la mayoría de las personas hace con la cámara fotográfica integrada en su teléfono móvil son miles las imágenes que solidifican esos momentos.
Las bufandas estiradas forman ya parte de la habitual foto que los aficionados se hacen delante de los estadios que visitan y por supuesto es frecuente observar como una lluvia de estrellas los disparos inútiles del flash en las gradas de los estadios.
Lo habitual es la proliferación de grandes retratos de las grandes estrellas de las alineaciones. Lo cierto es que son llamas que se encienden y lo curioso es que igual que se encienden se apagan debido a que la mayoría son estrellas fugaces y al no ser personas con arraigo y ser fruto de un contrato efímero su luz se apaga en el momento que cambia de club o cae en desgracia pasando
de inmediato al olvido y sustituido por otro jugador que toma el relevo. El aficionado en su pugna solo espera la victoria y no importa la calidad del espectáculo siempre que se venza al rival. Todo se escribe sobre la palabra “¡GOL!”.
No es baladí pensar que nos encontramos ante un espectáculo de masas donde la pasión pueda reinar sobre cualquier realidad y actualmente es posible encontrar argumentos para mantener encendida la llama toda la semana al margen de los minutos dedicados al encuentro. Programas deportivos en radio, prensa y tv se encargan de elucubrar sobre cuestiones deportivas y extradeportivas, cualquier argumento es válido para que los adeptos a este deporte estén enganchados y sea su leitmotiv la actividad futbolística en algunos casos de carácter obsesivo.
No obstante, los astros se sustituyen, algunos caen en el olvido y pocos son los que perduran en el recuerdo ya que el espectáculo debe de continuar.

Texto y fotos: Antonio Cabello

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