DE LO QUE LLEVAMOS DE FERIA: EL CALEIDOSCOPIO

(A César Palacios)

Texto: J.M.S.V.

Prendiendo un pitillo (Paloma Aguilar)

Antes de que comenzara la Feria de San Isidro los críticos repartieron cera a diestro y siniestro. No tenían razón. La Feria está resultando de interés, no por los toros ni por los toreros sino en su conjunto (Morante no cuenta por ser el enviado de Dios). Habrá quien discrepe, pero como mi “visión” es absolutamente distinta porque me interesan más las imágenes fotográficas en toda la extensión del concepto que las medias faenas de aliño o las miserias de los famosos, les remito a las ilustraciones del blog, porque lo que allí se reproduce es lo que vemos cada tarde. Se que ustedes no lo ven, pero esta es mi “visión” (verdad), y hay muchas “visiones” (verdades) como saben.
Pero con la mirada se observan muchas más cosas; si el objetivo de la cámara nos ayuda, los ojos nos descubren la vida, una vida en la que se gana y se pierde, a veces sin saberlo. ¿Qué se pierde? Esa es la pregunta clave. A veces se pierde tiempo, otras dignidad o vergüenza, incluso se pierde el respeto. Lo pongo a prueba todos los días. Pongo por caso el ejemplo (sólo es un ejemplo) cuando al entrar en la sala de prensa saludo en voz alta sin encontrar respuesta la mayoría de las veces. No me refiero al equipo de la plaza, sino a los “divos” de los medios, absortos en sus reflexiones e incapaces de dar las buenas tardes a los compañeros.
La Feria de San Isidro, por su intensidad, por su continuidad, por su monotonía, es un reloj que marca el tiempo de la vida durante un mes. En esos treinta días la línea se quiebra o se curva, incluso se retuerce cuando deja en el camino la vida de algún amigo (descansa en paz querida Amalia).
En esto, en todo, hay tantos puntos de vista como mirones. Desde el folclórico hasta el místico, desde el inconformista hasta el adulador. Y en ese caleidoscopio, uno se siente ajeno y toma el papel de observador. Basta con pasear alrededor de la plaza de Las Ventas una hora antes de la corrida para sentirse una miga del Universo. Cada vez que lo hago pienso en retirarme al campo, a un monasterio donde meditar sobre la estupidez humana.
Mi amigo César Palacios me lo advirtió hace mucho tiempo. La estupidez nos supera, nos sobrepasa, nos arrolla o nos devora. Al menos lo pretende. Por eso tomó la decisión de aislarse en un burladero y disfrutar del cigarrillo en solitario. Pero no lo ha conseguido del todo, salvo que se esconda, y ya no creo que lo consiga. Muchas tardes, cuando me hace el honor de permitirme acompañarle y me ofrece ese cigarro que me relaja, basta una mirada para entender que hay algo que no va con nosotros.
El espectáculo variopinto de la tipología humana es un espejo. No hace falta describir los tipos (estereotipos) ¿Para qué? Tomar conciencia de que se hace el ridículo (más bien el idiota) con el pelo estirado con gomina cuando se tiene rizado (o viceversa), o bien pasearse con un vaso de plástico en la mano, o con un cable colgado de la oreja hablando en voz alta, es un imposible, una quimera.
¡Cuántos tendrían que volver a la escuela! Dice el refrán que “vale más lo que se aprende que lo que se pierde”. Una vez más los refranes mienten porque no aprendemos nunca. La vida es una espiral donde se repiten una y otra vez los mismos errores, y donde los estúpidos siempre serán estúpidos (la humildad es el remedio contra la estupidez y no contra la soberbia).
Cuando se gira el caleidoscopio los cristales cambian de color formando figuras extraordinarias, bellísimas en ocasiones y extrañas en otras. Esta Feria tiene miles de imágenes (las que captamos y las que no), pero me quedo con ese instante de las siete en punto en que el azul intenso cubre la plaza y los tendidos se abarrotan. Si alguna vez consigo transmitir esa sensación en una fotografía habré conseguido otra vuelta de tuerca.


Suerte a todos (J.M.S.V.)

Comentarios

  1. Brillante. Yo me pregunto siempre que entro en la sala de prensa cuál será el problema que tendrán esos "divos" en la laringe para no saludar.

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  2. Sencillamente, brillante como dice manon. Algún día, les saludará un simple y anónimo aficionado, fiel a este blog y amante de sus fotografías cuando les vea pasar por el patio de arrastre antes del festejo, por allí suelo estar, observando quien entra y sale de la sala para saludarle -algunos amigos tengo ya, como Mario Juarez, por ejemplo- sin ningún problema en la laringe ni en la mano.

    Alberto

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  3. La humildad no se mide por litros de gomina ni por la chabola en la que vivas, eso depende de los ceros que tengas en la cuenta. La humildad se practica, no se presume de ella.

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  4. Los divos que no te saludan tendrían que volver a nacer treinta veces para poder escribir un texto de la categoría de éste.

    Y otras treinta para poder acercarse siquiera a tu categoría humana.

    Qué suerte tienes de poder fumarte un cigarro todas las tardes con César Palacios.

    El Venencio

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  5. Leo esto tarde... porque casi todo lo hago tarde -si hasta nací tarde, qué narices-, pero te aplaudo a rabiar, con las manos y también con la laringe, querido Juan Miguel.
    Creo que el problema es pedirle peras al olmo. Y dar por supuesto que todos tenemos educación.
    Y va a ser que no.

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