Texto: María Olivera Zaldua
Paseíllo de Joselito. Foto Joaquín Turina
En la colección iconográfica del compositor Joaquín Turina se conservan varias imágenes taurinas, entre ellas una serie de fotografías realizadas por él mismo en la plaza de La Maestranza.
Turina, según escribió su biógrafo, Alfredo Morán, fue un gran aficionado, amante de la Fiesta por la plasticidad del espectáculo. En el artículo que Barbieri-Archidona publicó en El Ruedo se declaraba “ferviente platónico” porque no iba casi nunca a la plaza. Sin embargo, en sus diarios, dejó varias referencias a corridas de Madrid y Sevilla, y la expresión de su presencia está en las fotografías que ilustran este texto.
De esa afición nació La oración del torero, cuyo origen contó para la revista taurina citada el 22 de noviembre de 1944:
“Una tarde de toros en la plaza de Madrid, aquella plaza vieja (situada al final de la calle Goya), armoniosa y graciosa, vi mi obra. Yo estaba en el patio de caballos. Allí, tras una puerta pequeñita, estaba la capilla, llena de unción, donde venían a rezar los toreros un momento antes de enfrentarse con la muerte. Se me ofreció entonces, en toda su plenitud, aquel contraste subjetivamente musical y expresivo de la algarabía lejana de la plaza, del público que esperaba la fiesta, con la unción de los que en aquel altar, pobre y lleno de entrañable poesía, venían a rogar a Dios por su vida, acaso por su alma, por el dolor, por la ilusión y por la esperanza que acaso iban a dejar para siempre dentro de unos instantes en aquel ruedo lleno de risas, de música y sol…”
Turina, según escribió su biógrafo, Alfredo Morán, fue un gran aficionado, amante de la Fiesta por la plasticidad del espectáculo. En el artículo que Barbieri-Archidona publicó en El Ruedo se declaraba “ferviente platónico” porque no iba casi nunca a la plaza. Sin embargo, en sus diarios, dejó varias referencias a corridas de Madrid y Sevilla, y la expresión de su presencia está en las fotografías que ilustran este texto.
De esa afición nació La oración del torero, cuyo origen contó para la revista taurina citada el 22 de noviembre de 1944:
“Una tarde de toros en la plaza de Madrid, aquella plaza vieja (situada al final de la calle Goya), armoniosa y graciosa, vi mi obra. Yo estaba en el patio de caballos. Allí, tras una puerta pequeñita, estaba la capilla, llena de unción, donde venían a rezar los toreros un momento antes de enfrentarse con la muerte. Se me ofreció entonces, en toda su plenitud, aquel contraste subjetivamente musical y expresivo de la algarabía lejana de la plaza, del público que esperaba la fiesta, con la unción de los que en aquel altar, pobre y lleno de entrañable poesía, venían a rogar a Dios por su vida, acaso por su alma, por el dolor, por la ilusión y por la esperanza que acaso iban a dejar para siempre dentro de unos instantes en aquel ruedo lleno de risas, de música y sol…”
El primero de la tarde. Foto Joaquín Turina
Del editor de las postales ¿sabes algo?
ResponderEliminarGracias.
Del editor no se sabe nada, en el reverso no hay ningún dato.Estas postales pertenecen a un cuadernillo rojo que en la portada pone: "recuerdo de la corrida de toros. 12 tarjetas postales en color, no 71".
ResponderEliminarGracias
MOZ
YO SI LO SE...
ResponderEliminarPERO NO TE LO DIGO
TODA INFORMACIÓN TIEN UN PRECIO
¿QUIÉN ERES?
El valor de una información es la expectativa o estimación que hace un individuo sobre la capacidad de esa información de satisfacer sus necesidades. Esto implica que ni el instrumento ni la información tienen ningún valor "en sí", ningún valor objetivo.
ResponderEliminarGracias