Yiyo, recuerdo de una tauromaquia
José Miguel Arroyo Joselito; José Pedros Prados El Fundi, José Luis Bote, Andrés Caballero.
Periodista moderador: Alfonso de Santiago
Texto: Manuel Durán Blázquez
Fotos: Luis Miguel Sánchez
José Miguel Arroyo Joselito; José Pedros Prados El Fundi, José Luis Bote, Andrés Caballero.
Periodista moderador: Alfonso de Santiago
Texto: Manuel Durán Blázquez
Fotos: Luis Miguel Sánchez
La figura de El Yiyo, con su paloma, por Carmelo
Posiblemente y con facilidad se puede quitar el posiblemente, ha sido el coloquio más espectacular de los celebrados hasta ahora en los ocho años que viene celebrando esta Peña Real su Semana Cultural Taurina. Los 25 años transcurridos desde la desaparición de un torero como José Cubero Sánchez, conocido como Yiyo, llevaron a la sala polivalente de la plaza de toros de San Sebastián de los Reyes a cuatro de sus compañeros en la Escuela, matadores de toros, que en mayor o menos medida estuvieron muy cerca de este torero. Y a doscientos aficionados que llenaron la sala. Joselito contó su llegada a la Escuela y como estaba allí Yiyo, seis años mayor. Por allí iba, incluso después de no ser ya alumno, sino novillero y torero de gran proyección. Lo plasmó como torero y como persona. Animador en la escuela, amigo y bromista. Era el encargado de poner motes a todos. A Joselito le correspondió el apodo de El “Lentejita”. La noticia de su muerte se la dio Andrés Caballero, a quien creyó que estaba bromeando y cuando se confirmó la noticia, el impacto fue tal, que aunque al día siguiente estaba anunciado en Illescas, el recuerda que fue y salió a la plaza pero no recuerda nada más.
El Fundi llegó a la escuela en 1980, de la mano de su hermano que ya estaba allí y recuerda que siempre tenía al Yiyo en mente, seguro que por envidia, envidia sana porque ya era un figura.
José Luis Bote, emocionado durante todas sus intervenciones, contó como fue por Yiyo y su familia por lo que es torero. Vivían en el mismo bloque de viviendas en Canillejas y desde aquel día de 1977, con diez años, al coger un capote en la primera visita a la escuela en compañía de Bote y su familia, supo que quería apuntarse y al menos intentar ser torero. El apodo que le correspondió también por parte de Yiyo fue el “Conde Brochen” y aún hoy día para los de su época sigue siendo “Brochen”, en recuerdo de unos dibujos animados de la época, a los que se parecía.
Yiyo, Sandín y Julián Maestro, primeros príncipes del toreo de la Escuela, la becerrada matinal en las Ventas y cómo con el peor becerro, después de los triunfos de sus compañeros, toreó, se dejó coger, volteretas y después entró a matar sin muleta, cortando todo. Esa garra de El Yiyo, demostraba cómo quería ser torero, pero no porque fuera un torero de valor solamente. Todos los presentes estaban de acuerdo en que la Tauromaquia de Yiyo ya fue innovadora y especialmente estética y que si no hubiera desaparecido hubiera transcendido en el devenir de la historia taurina de final de siglo.
Andrés Caballero habló de la relación de Yiyo con San Sebastián de los Reyes, donde debutó con caballos, donde entrenaba. Los encuentros en El Olivar con toreros y subalternos y donde alternaban con Antoñete y Andrés Vázquez, de Martínez Molinero y otros maestros de la Escuela. De la figura de Martín Arranz, de quien todos hablaron como el gran “Masa” y que para todos los alumnos de la escuela era como Dios. De las faenas de unos alumnos a los profesores y otros alumnos que se consideraban privilegiados. En definitiva una noche para no olvidar.
Alfonso Santiago condujo de forma espléndida el coloquio y las intervenciones, para terminar concluyendo sobre la grandeza de la Tauromaquia, al mostrar que un joven, con 21 años, pleno de alegría, extrovertido, bromista, amigo de sus amigos, dejaba todo eso en aras de un arte, un sentimiento, una expresión, una forma de vida, una filosofía y ser capaz de morir por ello….
Repito, en San Sebatián de los Reyes no se había visto un acto de estas características en el tiempo que nosotros lo conocemos. Aficionados de toda la Comunidad de Madrid, toreros, alumnos de la Escuela y aficionados disfrutaron del arte de la amistad de estos toreros, figuras de la Tauromaquia, para con su amigo y maestro YIYO.
El Fundi llegó a la escuela en 1980, de la mano de su hermano que ya estaba allí y recuerda que siempre tenía al Yiyo en mente, seguro que por envidia, envidia sana porque ya era un figura.
José Luis Bote, emocionado durante todas sus intervenciones, contó como fue por Yiyo y su familia por lo que es torero. Vivían en el mismo bloque de viviendas en Canillejas y desde aquel día de 1977, con diez años, al coger un capote en la primera visita a la escuela en compañía de Bote y su familia, supo que quería apuntarse y al menos intentar ser torero. El apodo que le correspondió también por parte de Yiyo fue el “Conde Brochen” y aún hoy día para los de su época sigue siendo “Brochen”, en recuerdo de unos dibujos animados de la época, a los que se parecía.
Yiyo, Sandín y Julián Maestro, primeros príncipes del toreo de la Escuela, la becerrada matinal en las Ventas y cómo con el peor becerro, después de los triunfos de sus compañeros, toreó, se dejó coger, volteretas y después entró a matar sin muleta, cortando todo. Esa garra de El Yiyo, demostraba cómo quería ser torero, pero no porque fuera un torero de valor solamente. Todos los presentes estaban de acuerdo en que la Tauromaquia de Yiyo ya fue innovadora y especialmente estética y que si no hubiera desaparecido hubiera transcendido en el devenir de la historia taurina de final de siglo.
Andrés Caballero habló de la relación de Yiyo con San Sebastián de los Reyes, donde debutó con caballos, donde entrenaba. Los encuentros en El Olivar con toreros y subalternos y donde alternaban con Antoñete y Andrés Vázquez, de Martínez Molinero y otros maestros de la Escuela. De la figura de Martín Arranz, de quien todos hablaron como el gran “Masa” y que para todos los alumnos de la escuela era como Dios. De las faenas de unos alumnos a los profesores y otros alumnos que se consideraban privilegiados. En definitiva una noche para no olvidar.
Alfonso Santiago condujo de forma espléndida el coloquio y las intervenciones, para terminar concluyendo sobre la grandeza de la Tauromaquia, al mostrar que un joven, con 21 años, pleno de alegría, extrovertido, bromista, amigo de sus amigos, dejaba todo eso en aras de un arte, un sentimiento, una expresión, una forma de vida, una filosofía y ser capaz de morir por ello….
Repito, en San Sebatián de los Reyes no se había visto un acto de estas características en el tiempo que nosotros lo conocemos. Aficionados de toda la Comunidad de Madrid, toreros, alumnos de la Escuela y aficionados disfrutaron del arte de la amistad de estos toreros, figuras de la Tauromaquia, para con su amigo y maestro YIYO.
El dibujo perfecto; las fotos podrían estar mejor. Por lo demás echo en falta un poco más de texto.
ResponderEliminarEstimado amigo:
ResponderEliminar¿Más texto?
¿Mejores fotos?
Pide usted una edición de bibliófilo...
¡Amen!