Cuando los dioses nacían en Extremadura
A Óscar Ruaza
Toros de Torrealta
(el 3º sobrero de Martín Lorca)
Juan Mora: dos orejas y oreja
Curro Díaz: saludos y oreja
Morenito de Aranda: silencio y oreja
Texto y fotos: JMSV
Don Juan Mora en la Puerta Grande
Inicio de la faena
Derechazo
Más con la derecha
Un pase de la cosecha
Otro derechazo
Por naturales I
Por naturales II
Por naturales III
El de pecho
La estocada
La suerte está echada
Vuelta al ruedo con su hijo
A la memoria de Cancela
Curro en el segundo
Por bajo
Con la derecha
Curro tirando
Un natural
El tercero
A los corrales
A Óscar Ruaza
Toros de Torrealta
(el 3º sobrero de Martín Lorca)
Juan Mora: dos orejas y oreja
Curro Díaz: saludos y oreja
Morenito de Aranda: silencio y oreja
Texto y fotos: JMSV
Don Juan Mora en la Puerta Grande
Así se titula un magnífico libro de Rafael García Serrano dedicado a los conquistadores españoles. Hoy, el extremeño don Juan Mora ha conquistado Las Ventas y ha plantado la bandera de la torería en el cerro más alto de la plaza. No sólo porque ha cortado tres orejas y cruzado el portón de los héroes, sino por su calidad humana. En el brindis del primero a Barquerito, ha reconocido la maestría de uno de los grandes del periodismo taurino, y las manos levantadas al cielo junto a su hijo en el centro del platillo, recordando al torero Miguel Cancela, fallecido ayer, ha sido otra lección de amor a la Fiesta y a la vida.
¡Gloria y valores humanos! ¿Qué más le puede regalar un padre a un hijo? Cuando los dos paseaban sobre el albero, con la sonrisa en la boca, la estampa ha cobrado la máxima ternura. Brotaba el orgullo por los ojos llorosos del niño que adora al padre, y brotaba el orgullo por los poros del padre que adora al hijo.
Tarde emotiva, de tantos valores que las notas tomadas quedan para el recuerdo. Hubo más, hubo otro brindis que puso los pelos de punta a los aficionados, el de Morenito a Luis Miguel Campano, un clásico, un torero de los pies a la cabeza, de los que regala su arte cada vez que se viste de luces.
Los toros de Torrealta buenos, sobre todo el último, al que Morenito ha toreado como los ángeles, por eso cuando la espada no cayó bien se vino abajo. Y enseguida don Juan Mora se fue hacia él para animarle, para decirle que hoy ha cuajado una faena de coral a un toro de ese nombre.
Vuelvo a don Juan para insistir en que ha sido grande. Por muchas cosas, por las citadas y porque ha enseñado que con tres naturales tres, es suficiente para que Madrid se levante en armas y aclame a un torero. Cuando agarró la estocada y se alejó del toro para dejarlo morir como merecía, ya estaba todo dicho. Pañuelos blancos, miles de pañuelos blancos y un clamor similar a las campanas de las catedrales. Lo mismo ocurrió en el cuarto, y más de lo mismo.
Y luego llegó Curro Díaz para bailar en el quinto, y el taconeo retumbó en el tablao. Y cortó la oreja viendo morir a Trajesucio sentado en el estribo. Todos sabíamos ya que Morenito de Aranda se reventaría por dejar su huella, y lo hizo. Las fotografías del tiempo amarillo a las que cantó Miguel Hernández se tornaron violetas.
¡Sublime! –exclamó mi compañero y amigo Pedro Jiménez. Y nos fuimos los dos a correr por el ruedo delante de don Juan Mora para captar esa imagen con la que dar fe de los hechos. En la Puerta Grande había más gente que dentro de la plaza, y entonces vi con mis propios ojos a uno de aquellos dioses que nacían en Extremadura y que se echaban a la mar en busca de los milagros.
¡Gloria y valores humanos! ¿Qué más le puede regalar un padre a un hijo? Cuando los dos paseaban sobre el albero, con la sonrisa en la boca, la estampa ha cobrado la máxima ternura. Brotaba el orgullo por los ojos llorosos del niño que adora al padre, y brotaba el orgullo por los poros del padre que adora al hijo.
Tarde emotiva, de tantos valores que las notas tomadas quedan para el recuerdo. Hubo más, hubo otro brindis que puso los pelos de punta a los aficionados, el de Morenito a Luis Miguel Campano, un clásico, un torero de los pies a la cabeza, de los que regala su arte cada vez que se viste de luces.
Los toros de Torrealta buenos, sobre todo el último, al que Morenito ha toreado como los ángeles, por eso cuando la espada no cayó bien se vino abajo. Y enseguida don Juan Mora se fue hacia él para animarle, para decirle que hoy ha cuajado una faena de coral a un toro de ese nombre.
Vuelvo a don Juan para insistir en que ha sido grande. Por muchas cosas, por las citadas y porque ha enseñado que con tres naturales tres, es suficiente para que Madrid se levante en armas y aclame a un torero. Cuando agarró la estocada y se alejó del toro para dejarlo morir como merecía, ya estaba todo dicho. Pañuelos blancos, miles de pañuelos blancos y un clamor similar a las campanas de las catedrales. Lo mismo ocurrió en el cuarto, y más de lo mismo.
Y luego llegó Curro Díaz para bailar en el quinto, y el taconeo retumbó en el tablao. Y cortó la oreja viendo morir a Trajesucio sentado en el estribo. Todos sabíamos ya que Morenito de Aranda se reventaría por dejar su huella, y lo hizo. Las fotografías del tiempo amarillo a las que cantó Miguel Hernández se tornaron violetas.
¡Sublime! –exclamó mi compañero y amigo Pedro Jiménez. Y nos fuimos los dos a correr por el ruedo delante de don Juan Mora para captar esa imagen con la que dar fe de los hechos. En la Puerta Grande había más gente que dentro de la plaza, y entonces vi con mis propios ojos a uno de aquellos dioses que nacían en Extremadura y que se echaban a la mar en busca de los milagros.
Juan Mora
Juan Mora con el capote
Inicio de la faena
Derechazo
Más con la derecha
Un pase de la cosecha
Otro derechazo
Por naturales I
Por naturales II
Por naturales III
El de pecho
La estocada
La suerte está echada
Vuelta al ruedo con su hijo
A la memoria de Cancela
Curro en el segundo
Por bajo
Con la derecha
Curro tirando
Un natural
El tercero
A los corrales
Sobre estas fotografías de carnívora lente, se pondrá el tiempo amarillo algún día.
ResponderEliminarMientras, como el recuerdo de esta tarde en las Ventas, fulguran.