Tres generaciones de apellido Mora
Foto: Julián López Guijarro
Foto: Julián López Guijarro
Texto: JMSV
Cuando Juan Mora daba a la vuelta al ruedo no era consciente de la emoción con que su hijo mostraba los trofeos. El muchacho agitaba las manos tratando de explicarnos que estaba orgulloso de su padre, y al mismo tiempo nos transmitía la ilusión de un niño. El torero quedó en segundo plano y cedió el protagonismo a quien llevará en el alma por los siglos de los siglos ese estigma indescriptible que solo puedes entender cuando la mano del padre dejó de envolverte con su manto protector. Por eso, cuando al finalizar la vuelta al ruedo, ambos levantaron las manos al cielo para decirle al abuelo, al padre de Juan Mora, que todo aquello solo tenía sentido si él lo estaba viendo, se me vino como una tromba de miedos y al mismo tiempo como un golpe seco en el hígado, porque siempre nos queda la duda de si al padre muerto le demostramos que éramos personas e hicimos que se sintiera feliz con nuestras acciones. Yo creo que el padre de Juan Mora estaba en Las Ventas, y que era él quien acompañaba al niño y le hacía agitar con gracia las manos, pero eso sonreía, por eso disfrutó tanto.
Cuando Juan Mora daba a la vuelta al ruedo no era consciente de la emoción con que su hijo mostraba los trofeos. El muchacho agitaba las manos tratando de explicarnos que estaba orgulloso de su padre, y al mismo tiempo nos transmitía la ilusión de un niño. El torero quedó en segundo plano y cedió el protagonismo a quien llevará en el alma por los siglos de los siglos ese estigma indescriptible que solo puedes entender cuando la mano del padre dejó de envolverte con su manto protector. Por eso, cuando al finalizar la vuelta al ruedo, ambos levantaron las manos al cielo para decirle al abuelo, al padre de Juan Mora, que todo aquello solo tenía sentido si él lo estaba viendo, se me vino como una tromba de miedos y al mismo tiempo como un golpe seco en el hígado, porque siempre nos queda la duda de si al padre muerto le demostramos que éramos personas e hicimos que se sintiera feliz con nuestras acciones. Yo creo que el padre de Juan Mora estaba en Las Ventas, y que era él quien acompañaba al niño y le hacía agitar con gracia las manos, pero eso sonreía, por eso disfrutó tanto.
Estaba. Seguro. Y era Juan. Y era el niño.
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