Toros en San Sebastián de los Reyes (27 de agosto)

El “corridón” de Victorino o los surcos del redondel

Toros de Victorino Martín

Curro Díaz: ovación tras petición y ovación

Alberto Aguilar: ovación tras petición y oreja

Daniel Luque: silencio tras aviso y silencio

Fotos y texto: JMSV

El quinto, de nombre Baratero

Al finalizar la corrida, la arena de La Tercera estaba plagada de surcos. No por defecto del albero sino porque los toros humillaron tanto que los pitones parecían las palas de un arado. El “corridón” de Victorino se mereció más. Me refiero al público, que debió aplaudir en el arrastre a los cinco primeros, y no incluyo al último porque se quedó parado, aunque también tenía lo suyo para sacarle plata (los demás fueron de oro, e incluso segundo y tercero de platino).

Cincuenta años cumplía hoy La Tercera, y al acto acudieron Paloma Bienvenida con su hijo Gonzalo (hija y nieto de don Antonio Bienvenida) y Curro Montes, que junto a Antoñete, conformaron la terna de aquel agosto de 1961. Fue bonito y mucho más para los viejos del lugar, entonces chinorros que veían en aquellos toreros a sus héroes.

Hoy es de esas tardes en que los toreros quedan descubiertos, no porque estuvieran mal, sino porque Victorino mereció salir a hombros por la Puerta Grande y no fueron capaces de conseguir ese premio para el ganadero. La oreja de Aguilar merecida, también los saludos de Curro Díaz, pero es que… (dejémoslo ahí). Daniel Luque estuvo correcto, pero con la espada tuvo la negra. Hubo algunos naturales y derechazos de cartel, pero hoy era fácil (dicho sea con todo el respeto).
Un dato para la historia: el quinto se llamaba "Baratero", número 20, nombre mítico entre las reatas de Victorino Martín, porque así se llamó aquel ejemplar que encumbró al ganadero en Madrid y a su matador, Andrés Vázquez, el 10 de agosto de 1969.

La presidencia muy seria, porque al fin se dejaron de regalar orejas. Así que 9 sobre 10 y por tanto sobresaliente. Este es el punto positivo. El negativo el escaso público que acudió a un festejo tan interesante y que quedará para la historia.

Salí de la plaza con el ramo de rosas que Alberto Aguilar se olvidó junto al burladero de matadores y busqué entre las mil cabezas al ganadero para regalárselo, pero no tuve suerte. Así que me llevé las rosas a casa y lucen en un precioso florero en homenaje a los toros de esta tarde.