Los pequeños momentos de PALOMA AGUILAR (Especial San Isidro)

Exposición en la Plaza de Toros de Las Ventas


Carlos Abella ha llevado la fotografía a Las Ventas en un despliegue sin precedentes. Nunca antes se había prestado tanta atención al arte de Daguerre, y nunca antes habíamos visto tanta diversidad y calidad (la que ya se expone y la que todavía está por exponerse: Maite Turrez, Paloma Aguilar, Josephine Douet, fondos de la Agencia Efe, Catalá Roca, Gorka Azpilicueta y Arsenio Ramírez, y Javier Arroyo).
La debatida cuestión sobre las características de la fotografía en cuanto a su función, uso y aplicación pasa por la observación de las imágenes. La teoría suele hacerse añicos en muchas ocasiones con tan solo cruzar la línea de lo mental hacia lo empírico; esto es, en cuanto dejamos de idealizar para adentrarnos en el sentimiento. De esto han escrito mucho los grandes intelectuales, la mayoría de vida contemplativa (lo que no es malo ni bueno sino todo lo contrario).
Pero como no soy de vida contemplativa y pulso el gatillo de mi cámara cada tarde de San Isidro, les diré que aquí no caben las comparaciones que por otra parte no tendrían sentido, como no lo tendrían si se establecieran en las otras artes.
Me detengo así en la exposición de Paloma Aguilar, de tanta riqueza de matices, de tanta fuerza emocional y con tanta carga comunicativa que rompe los esquemas. ¿Cuáles? Aquellos a los que me refería líneas atrás, porque en esas imágenes arte y documento son una misma cosa, inseparables, trenzados con la pasión de quien pretende transmitir lo que siente.
Vayan a la plaza de toros, busquen la exposición en los pasillos del interior junto a la sala de prensa y al patio de arrastre, y miren fijamente la fotografía del banco rojo con los tres castoreños, luego déjense llevar de acá para allá, y verán como en todas y cada una de las imágenes hay una historia que encaja con el resto, además de tener la propia.
En cierta ocasión Paloma Aguilar me mostró una de sus fotos con la humildad de siempre, como preguntándome si aquella imagen que me enseñaba despertaba en mi algo especial. Mi calificativo fue: ¡sublime! Esa foto está en la exposición, esa y otro par de docenas de las que los galeristas de arte deberían tomar nota para romper de una vez con el tópico.
Por cierto, habrán observado que en el título de esta breve reseña el nombre y apellido de la autora están en mayúsculas (caja alta que decían los correctores e impresores de antes). No es una errata, es un propósito, o mejor dicho una intención, porque hacer belleza de la información es consecuencia de la sensibilidad, y esta es propia de la artista.


Paloma Aguilar




Bajo la lluvia

La espera

La estocada

Las Ventas

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