Foto Muriel Feiner |
Texto: JMSV
Julián Madrigal habla de la tauromaquia con pasión y de sus labios brota el agradecimiento a los toreros, sobre todo a Paco Camino, aunque recita una y otra vez de memoria los nombres de Capea, Palomo, Robles, Ruiz Miguel y varios más. Sus referencias son casi reverenciales, y los respeta no solo por su profesión sino por su calidad humana, porque nunca le volvieron la espalda e incluso le buscaron para darle un abrazo cuando fue necesario. Madrigal empezó tarde en la fotografía como profesional, a finales de los sesenta, aunque antes acompañaba a otro de los grandes, el gran Jesús (El Chato), en sus correrías por esos mundos de Dios, de plaza en plaza y de pueblo en pueblo. Hoy lo ha contado, lo ha revivido ante nosotros con sus palabras de hombre bueno, con sus gestos, con su forma peculiar de decir. Se emocionaba Madrigal rememorando la infancia cuando quedó huérfano de padre y madre y fue criado por sus tíos, y recordando al maestro que se sacrificó para que estudiara y aprendiera las cuatro reglas. Nació en 1924 y vivió la Guerra, o mejor la vio pasar sin entender lo que ocurría, y cuando tuvo la edad cumplió con el Ejército vestido de aviador aunque sirvió en Intendencia en la capital valenciana, donde vio torear a Manolete, Parrita y Vicente Barrera. “Eran otros tiempos” -insiste una y otra vez- Éran una gran familia donde existía la picaresca, pero los toreros tenían conciencia de su origen y valoraban el trabajo de los fotógrafos. Con una cámara Cannon ha ido impresionando negativos durante medio siglo hasta sumar una cantidad que no sabe calcular pero que intuye superior a los sesenta o setenta mil. En esas tiras de plástico que se enrollan sobre sí mismas está la memoria taurina con el sello de un autor, con su personalidad. La biografía de Madrigal, más allá de los toros, tiene detalles que estremecen y enternecen. Hoy, los compañeros amigos nos hemos reunido con él para agradecerle que siga al pie del cañón, que nos alegre las tardes, que nos cuente sus historias. Y le hemos entregado como recuerdo la acuarela que César Palacios ha pintado para él en agradeciendo a la fotografía que refleja el momento, único en la historia de Las Ventas, en la que el picador Moro brindó una vara al artista. Querido Madrigal: ¡Los fotógrafos taurinos de Las Ventas te rendimos pleitesía!
Foto Constante |
Foto Constante |
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