Escribe Rafael
Zadívar en el libro El Cartel Taurino que se trata de un código de preceptos y
advertencias donde se constata el carácter de pregón con unas determinadas
reglas a cumplir, sobre todo por los espectadores, índice claro de su escasa
fijación entre la colectividad.
La historia del
cartel está unida a la evolución del arte. Pero los especialistas acuerdan que
el cartel taurino es el paradigma del cartel, como indica Santos Torroella:
“una historia del cartel debe dar comienzo, en justicia, por una modalidad
mucho más antigua y puramente española: “el cartel taurino”.
Los antecedentes
se encuentran en el siglo XVIII con carteles de texto, sin ilustraciones, en los
que se anunciaban los detalles del espectáculo taurino. La tipografía fue pues
el primer elemento iconográfico hasta que en el siglo XIX se modificaron
tamaños y contenidos. Después, con la litografía surgirían los grandes talleres
catalanes y valencianos, entre ellos la Litografía Ortega.
Siguiendo a Zaldívar,
la primera función de los carteles fue informar e ilustrar, cumpliendo las funciones
de comunicar un mensaje a la sociedad. Por lo que respeta a la tipología,
señalaremos cinco modelos: mural, salón, escaparate, de mano y de bolsillo.
Pero lo fundamental
del cartel es el contenido y aquí entra el juego la mano del artista. Dalmau, Alcaraz,
Ruano Llopis, Perea, a lo que hay que añadir una larga lista de grandes como
Picasso, Alberti, Juan Gris, o los contemporáneos Calderón Jacome, Martí Font o
José María Sotomayor.
Ahora es Antonio
Cabello, quien después de realizar el cartel del año pasado para San Sebastián de
los Reyes, presenta el de Cuenca de 2008. El personaje elegido José Tomás,
tratado aquí en todo lo que significa su actividad taurina. Rojo sobre rojo,
reflejando en la mano del torero la línea que separa la vida de la muerte.
Cabello resume la trayectoria del ídolo de masas, pero también explica con la
imagen dos formas de ser o de sentir: la del torero y suya propia. Observen el
cartel, es pura esencia.
J.M. Sánchez Vigil
No es habitual
realizar carteles para publicitar un encuentro deportivo de fútbol ya que por
lo general la liga es conocida por los aficionados debido a que cada semana se
alternan los juegos de los partidos de la liga entre campos. Solamente los
grandes encuentros son anunciados ocasionalmente y en la actualidad debido a la
comunicación digital y televisiva estos han caído en desuso por lo que es poco
probable encontrar estos documentos gráficos.
Hay que señalar
que el campeonato mundial de Fútbol que comienza en Uruguay en 1930 y que cada
4 años se celebra en un país, con una ausencia durante los años 1942-1946
debido a la II guerra mundial, es de los pocos acontecimientos que se
publicitan con cartelería y aunque es de baja calidad atendiendo al diseño lo
cierto es que en 1982 se presenta para el mundial celebrado en España un cartel
diseñado por Joan Miró muy bello titulado “La Fiesta”, la obra muy en la línea de
las creaciones mironianas, se sirve de los colores más habituales de la
producción artística de Miró, pero con un mayor protagonismo del rojo y el
amarillo por su vinculación con el país anfitrión.
En la obra aparece
un futbolista que se eleva hacia el cielo para conectar con un cabezazo con el balón,
representado por una luna llena roja. Toda esta figuración está en sintonía con
la relación tierra-cielo tan presente en la obra del artista. Finalmente,
aparece la inscripción “España 82” enmarcando la composición.
Artistas de la
talla de Antoni Tàpies también han participado en la elaboración de cartelería con
el título de “Chut” o el “Despeje” del donostiarra Eduardo Chillida. “El
portero”, del madrileño Eduardo Arroyo...
Existen varios
carteles dedicados a Alfredo Di Stéfano “La Saeta Rubia” que han hecho durante
mucho tiempo las delicias de los aficionados madridistas. Pero con todo ello en
contadas ocasiones se han impreso carteles sobre la temática del futbol por lo
que no existe coleccionismo de esta propuesta.
Antonio Cabello
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