En
estas páginas se puede apreciar las vicisitudes de un deporte excitante donde
el espectador es un auténtico consumidor de pasiones. La exaltación supera al
espectáculo y el fanatismo impide en la mayoría de las ocasiones disfrutar del
juego que pueda ofrecer el equipo rival. Las gradas derrochan adrenalina y todo
tipo de pasiones se expresan durante el encuentro ya que aquí se exterioriza
todos los traumas contenidos y es desahogo del estrés acumulado. Los días
posteriores al encuentro continúan los comentarios avivados por la prensa
deportiva y generalista elucubrando sobre cualquier avatar.
Al
ser la tauromaquia un espectáculo sustentado por una amplia liturgia, el
espectador se enfrenta al regusto de sensaciones sensoriales que se dan en este
tipo de festejos. Es en consecuencia una filosofía de vida que llevan a gala
sus artífices que andan en torero por la vida.
Actualmente está mal visto socialmente por una nueva generación que
critica duramente esta cultura milenaria ya sea por desconocimiento o por
sumarse al carro del progresismo, incidiendo en el devenir de una actividad que
supone una gran fuente de ingresos para la economía del país amén de lo que
representan las dehesas en la diversidad ecológica
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