No conocía a Diego aún, bueno, no sabía que era él. Sucedía tarde tras tarde aquella feria de San Sebastián de los Reyes de 2006. Al terminar el festejo o mientras se daba la última vuelta al ruedo o salían por la puerta grande alguno de los toreros, un niño de -cinco o seis años- deleitaba a la plaza con una serie de muletazos y terminaba la faena con un espadazo al albero con su estoque de madera. Las fotos son un testimonio que documenté años después al preguntar a su padre un día, si conocía qué niño era el de la foto: “Es Diego, es Dieguito”. Ya estaba identificado. Hemos seguido la trayectoria de su hermano Álvaro y la suya propia, los testimonios fotográficos se han ido añadiendo a nuestro archivo. Tentaderos en los que estaban los dos y cuando Álvaro dio un paso al lado, lo hemos acompañado en época de pandemia para verle seguir toreando en el campo. Tiempos difíciles porque era salir directamente de clase, comer un bocadillo en el coche camino de la finca y volver ya anochecido para seguir la rutina diaria.
Diego desde la creación
de la Asociación de Aficionados Prácticos de San Sebastián de los Reyes,
aprende y enseña a quienes se acercan a La Tercera para practicar. Y en ese
discurrir, tenemos el testimonio de la foto con el maestro Rodolfo Rodríguez El
Pana y José Ibáñez también matador de toros y muy unido al pueblo. En ellos un jovencísimo Diego con dos
personas que son fundamentales en toda su trayectoria, su abuelo y su padre.
Y el sueño de la Puerta
Grande de Madrid. Un primero de mayo de 2022, fecha que Diego no podrá olvidar
nunca. Sea lo que quiera el destino, su futuro como torero está en sus manos,
porque lo del domingo en Madrid es solo una escala. Él se entregó, triunfó a
pesar de los novillos y de sus dificultades y problemas. Y el más importante de
los escollos, la plaza de Madrid, que no permite ningún desliz para que nadie triunfe
de forma fácil. El listón siempre es alto, el más alto. Y no solo la plaza y su
público, la crítica madrileña, como si fueran dueñas del arcano de la pureza,
podrán tener sus razones, pero lo que nunca podrán quitarle es ese SUEÑO
CUMPLIDO. Lo demás está por venir, porque esta meta se ha logrado con un
esfuerzo de toda su vida, desde aquellos muletazos al aire emulando a los
triunfadores en el ruedo de su plaza de La Tercera aquella tarde de 2006.
Las fotografías que
acompañan lo que sucedió esa tarde son de mis amigos: Oscar Manuel Sánchez,
Raúl Barbero y Alfredo Arévalo. Nos estremecemos al ver el abrazo con su
hermano Álvaro, a quien quizás transmitía el pensamiento de “yo lo logré por ti
Álvaro, por papá y por mamá, que tanto han expuesto para llegar hasta
aquí”. Lo demás es alegría, pero lo que
sí está claro es que el futuro será, siempre, lo que Diego quiera que sea,
salvado el reto de esa Puerta Grande, ese cielo de Madrid que observabas según
asomabas a hombros de tus amigos en esa explanada de Las Ventas, de la primera
plaza del mundo. Seguro que no se
quedará solo en un sueño. En tus manos está el futuro.
Texto Manuel Durán
Fotografías: Alfredo
Arévalo, Raúl Barbero, Manuel Durán, Oscar Manuel Sánchez
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