Cano

Don Quijote, Sancho Panza, el Lazarillo… y Francisco Cano. Efectivamente, Francisco Cano (Canito) vivió más de un siglo, fue bohemio, hijo pródigo y muchas otras cosas, todas en torno a la Tauromaquia y sus protagonistas, inconsciente de que él lo era tanto como ellos. Le sepultarán con su gorra blanca y con los recortes de prensa sobre Ava Gardner, Orson Welles, Luis Miguel Dominguín y Manolete. La tragedia de Linares redujo su ingente obra a aquella tarde mortal, pero en el último libro publicado pudo verse que pasó la línea roja para obtener miles de retratos de personajes célebres.

Era el Decano de los fotógrafos, también el rey, dicharachero, nervioso, atento, capaz de cambiar el ritmo de una tarde anodina con una frase ingeniosa. Manuel Durán, Muriel Feiner y yo le conocimos muy bien, tanto como para saber que su obra era documental, y que era capaz de obtener una instantánea sin acercar el ojo al visor de la cámara.

Más que un momento triste, vivimos instantes de reflexión porque con Cano desaparece el fotoperiodismo taurino de antaño, ese que ha llenado las redacciones de diarios y revistas con centenares de imágenes y que hoy son objeto de culto en archivos, museos y bibliotecas.

Querido Cano, cuando vayamos a buscarte repetiremos almuerzo en esa marisquería a la que tanto te gustaba ir cuando llegabas Madrid, y así nos cuentas con más detalle como acabó la noche en que la gran Ava Gardner quedó prendada de tus ojos. Sabes que todos te queríamos y te seguiremos queriendo por los siglos de los siglos…

Juan Miguel Sánchez Vigil